Blanca sombra de la nada,
Turbia soledad que la ensañas.
Con una mirada, del cielo te adueñas
Y alumbran más tus ojos, que la luna calmada
en mis oídos retumban, con voz cansada
Poemas míos, que escribí ilusionada
Mientras la brisa juega con mi vestido de larga falda
blancura nívea y soltura airada
Rezan los peregrinos en la aurora anunciada
Y suenan campanas a lo lejos, sin vencer tu
llamada
Que viene en el circular del viento con tu voz
inmaculada
Mientras marchan los peregrinos tristes tras
el halo de mi alma
Se vuelven alas, las telas de mi vestido ahora
doradas
Por los rayos suaves de la mañana iluminada
Entre los colores tristes de la aurora perfumada
Llevándome al cielo flotando por nubes
rosadas.
En el suelo sentado sonriendo te hallas.
Jugando a verme caer desesperanzada
Y corre una lágrima que mi mejilla empapa
Y en tus brazos me recibes sin decir una
palabra.
En el eterno silencio, suavemente me abrazas,
Tu perfume ligero, sin espera me baña
En ese momento, se encuentra mi vida pausada
Y sin dame cuenta de mi boca un beso arrancas
Lo peregrinos tristes a mi lado regresan
Y sostienen mi mano mientras te alejas
Nuevamente sin pronunciar palabra te marchas
Y de ti y del alba solo recuerdos me quedan
Hasta los peregrinos se van y se hace gris la
mañana
De golpe despierto de vuelta en mi cama
Y en mi rostro queda una sola lagrima
Pero no hay peregrinos, ni auroras, ni nada